comenta

jueves, 25 de febrero de 2010

Obra olvidada de Jacques Tati, ahora es cinta animada

trillizasbelleville

Más de medio siglo después de que el cineasta francés Jacques Tati (Pecq, 1907- París, 1982) escribiese su guión de la comedia L’Illusioniste, el dibujante francés Sylvain Chomet, autor de la excelente película Las trillizas de Belville, ha dado vida a esa historia olvidada. Se trata de una pequeña joya presentada en dos únicas proyecciones en la Berlinale.

El ilusionista es la versión animada de un guión que el autor de Las vacaciones del Sr. Hulot habría escrito para una hija ilegítima a quien Tati abandonó.

En 2000, Sylvain Chomet recibió el guión de mano de Sophie, una de las hijas de Tati que murió poco después. Chomet se quedó con la historia. Trata de un anciano prestidigitador que en una de sus giras conoce a una joven que cambiará su vida. Ella empezará a seguirlo y él le hará unos regalos destinados a desaparecer por ser fruto de sus trucos. Es un cuento melancólico, sin palabras, que también habla de la decadencia del espectáculo en vivo. Su protagonista, animado con el expresivo trazo de Chomet, está inspirado en la figura del propio Tati.

La comedia escrita por el autor de Mi tío esconde una dramática historia real: la joven provinciana de la película sería la hija ilegítima del difunto maestro francés, Helga Marie-Jeanne Schiel, quien vive ahora en Nueva Inglaterra. Tras tener noticia de que se había hecho una comedia, la familia Schiel ha acusado al dibujante francés de borrar los aspectos dramáticos del guión y le ha pedido que ponga en los créditos de la película que está inspirada en la historia de Helga.

lillusioniste

“El sabotaje del guión original de la película de Tati, negando sus atormentadas intenciones y realizado como un homenaje ecléctico, grotesco y nostálgico a la figura del autor, es una falta de respeto”, escribió Richard McDonald, nieto ilegítimo de Tati, en una carta enviada al diario británico The Observer. La historia de Helga Schiel fue callada durante su juventud para no causar escándalos en la vida pública del célebre director. Sin embargo, cuando la prensa se hizo eco del proyecto de Chomet, Richard McDonald viajó a Northumberland, donde se estaba realizando el dibujo animado, para contar la historia real que yacía tras el guión inédito. David Bellos, el biógrafo de Tati, fue encargado de verificar las reivindicaciones de McDonald. Según la reconstrucción de Bellos, Tati conoció a la madre de Helga, Herta Schiel, en París, donde trabajaba en un teatro con Nathalie Tati, hermana de Jacques.

Cuando Herta se quedó embarazada, Nathalie se opuso al matrimonio y convenció a Herta para que firmara un documento en el que liberaba al padre de toda responsabilidad. La niña Helga creció en un orfanato y, de joven, en Marruecos. Veía a su padre en los carteles de los cines e intentó varias veces ponerse en contacto con él. Nunca lo logró. Ni siquiera tras mudarse a París, donde trabajó cuidando niños. Sin embargo, logró contactar con muchos colegas de Tati de entonces y todos confirmaron la historia del abandono. “Mi abuela merece al menos que se le reconozca todo esto”, añade McDonald en su carta. La historia podría hacer sombra, o quizás añadir intriga, a la nostálgica traducción a dibujo animado que ha hecho Chomet de El ilusionista.

Para cualquier espíritu hechizado en algún momento de su vida -o incluso por los siglos de los siglos- por el arte inclasificable del genio que atendía al nombre de Jacques Tatischeff, el estreno de El ilusionista en la Berlinale supone un repentino subidón de adrenalina. ¿Y por qué? Porque Tati lo era todo, incluida una eficaz y cruel fábrica de nostalgias: el aroma de un tiempo perdido, una tristeza de olas muriendo en blanco y negro en una playa de Bretaña, la bofetada muda contra los excesos del progreso tecnológico, el zarpazo disfrazado de sainete a la ignorancia bienintencionada del homo pequeñobur-guensis, el coletazo genial frente a los usos y abusos de nuestras sociedades modernas.

Todo ese arsenal, resumido en un solo tipo, por muy alto que fuera (enorme, más bien) es impagable. Pero la virtud de Jacques Tati radicaba en montar todos esos terremotos emocionales sin que se le notara demasiado, como sin querer, como poniendo cara de inocente narrador de cuentos costumbristas: véase, si es que no se ha visto todavía (imperdonable), la mezcla de envidia sana y cachondeo fino hacia el Imperio del Tío Sam desplegada en las réplicas del delicioso cartero ciclista de su película Día de fiesta (su primer largometraje, 1948).

O véase la interminable fiesta de disfraces morales en que Tati convierte esa andanada contra la asfixia de las sociedades biempensantes titulada Las vacaciones del Sr. Hulot. A ver quién es el guapo que, como Jacques Tati en esta historia de veraneantes despistados, cabreados y enamorados, consigue al mismo tiempo sumirnos en semejante estado de ensoñación nostálgica, encender nuestro interruptor de la risa y explicarnos cómo las gastan (cómo las gastamos) los nimios pobladores de estas nimias sociedades que se creen al abrigo de todo mal.

¿Se puede provocar la carcajada mientras se hace pensar… y además todo en silencio? La respuesta lleva el nombre de Tati, quien, en ese sentido, tiene su lugar de honor en el panteón de los grandes mimos con mensaje, Keaton, Chaplin, Marceau y muy poco más. Pero además, Jacques Tati fue en sus inicios un incomprendido en el mundo del cine, los productores y los exhibidores empezaron ninguneándole -tuvo que estrenar Día de fiesta en un cine de los suburbios de París antes de hechizar a los asistentes de Venecia y Cannes- y tuvo bastantes problemas financieros para retomar su carrera posterior. Eso hace aún más querible su personaje y su obra.

Hace aún más grande al inmortal señor Hulot, arquetipo antiheroico del cine de este genio de sombrero y pipa, defensor del hombre común: “No me gusta la mecanización, no me gusta sentirme militarizado, prefiero vivir en un barrio antiguo y humano que en medio de una red de autopistas, aeropuertos y carreteras y de todo el barullo de la vida moderna”. Palabra de Tati, visionario de tantas cosas frente a tanto empeño en el caos sin sentido.

Fuente: Homocinefilus

3 comentarios:

Akina KIO dijo...

Hola! Me resulta interesante tu blog. Quiero aprovchar tu conocimiento del sector para preguntarte si sabés de algun sitio que brinden cursos de guión sencillos, guión literario.
Hace tiempo que busco un lugar que nuclee cursos simplres, puntuales dedicados al cine, ya sea de crítica o de cuestiones más técnicas, pero de momento no he podido encontrar nada.
Un beso grande y disculpá las molestias...

cineconmcfly dijo...

Hola Akina...
Mira, como siempre googlee y encontre estos: http://www.google.com.ar/#hl=es&q=cursos+gui%C3%B3n+cine&meta=cr%3DcountryAR&aq=&oq=&fp=c7389ac5290fd495

Fijate si alguno te sirve... porque es bastante especifico lo que buscas...
Ojala te sirva...
Y no es molestia... ;)
Saludos y gracias!!!...

Anónimo dijo...

Por que no:)

Related Posts with Thumbnails